lunes, octubre 31, 2005

En la terraza

El puede ver cómo el chocolate va derritiéndose en su café, lo mira atentamente, mientras sigue sentado solo, como siempre, debe estar por los 70 y tantos, y se le ve muy cansado, las manos arrugadas cuyas venas pronunciadas delatan q en otro tiempo, tuvo gran fuerza, pero de eso ahora solo queda un recuerdo vago en su cabeza, me llama para pagarme, y saca el dinero, sin querer lo tira al piso, debo suponer q también tiene Parkinson (tiembla mucho); lo recogo rápidamente con una sonrisa, no me gusta hacerlo sentir mal, y le digo q está completo, él me mira con sus ojos tristes, siempre triste!
Se queda sin decir nada, cómo intentando ordenar sus ideas pero no encuentra manera y con frustación se queda callado, y gira los ojos hacía la plaza, dónde q ve con alegría a los niños jugar, ya olvido el mal momento.

Pasan las horas, y el tiene el café helado, casi no lo ha tocado, saca su cartera del bolsillo y se pone a contar en silencio las monedas, las vuelve a meter y se para con cuidado, voltea se despide y parte.

Dónde vivirá me pregunto; seguro q hace mucho q sus hijos lo metieron a una de esas residencias para deshacerse de la responsabilidad de cuidarlo, hay muchos de ese tipo de lugares por aquí, la vida en las europas es más práctica, sin mayores ataduras, pero q modernidad!